sábado, 11 de septiembre de 2010

Él y sólo él.

Íbamos caminando sin rumbo fijo entre risas y pocas palabras, de repente se paró y dejó en el escalón de la tienda lo que llevaba en las manos y me dijo que no se movería de allí hasta que no accediera a su juego, solté una carcajada y como tenía prisa, acepté.
Cogió sus cosas y continuamos caminando pero no por mucho tiempo...
Estaba más cariñoso de lo normal, pero sinceramente a mi no me importaba.
Me cogió de la mano e insistía una y otra vez en que me girara hacia él y tras pocos minutos, le hice caso. Me enroyé entre sus brazos, y lo miré, no dejaba de sonreir por nada del mundo... Estábamos cara a cara, a poco más de 10 cm. y no me pude contener...
Le besé.
Luego como una tonta me separé de él, y le dije apoyando mi cabeza sobre su hombro;
Tengo que irme...
Tras una bola enorme de arrepentimiento y a la vez orgullo, caminé lo más rápido que pude y fui consciente de como me decía que aflojara el paso, y le obedecí.
Tan pronto como pudo, me preguntó si volvería a verme algún día más en la playa, y mis últimas palabras fueron;
no lo sé.

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